jueves, 14 de octubre de 2010

Buried (Enterrado)

Segunda película del español Rodrigo Cortés, que bien podemos describir como “ejercicio o experimento fílmico”, debido a su arriesgada propuesta: empieza la película, todo está a oscuras y, de repente, un hombre se despierta, grita, patalea, golpea, y entonces todo se ilumina mediante la luz de un mechero que enciende el protagonista. Si, nuestros temores y sospechas se hacen realidad: hay un hombre encerrado en un ataúd. Lo curioso y fascinante del film es que, precisamente, esa será la imagen constante y recurrente que aparezca en la pantalla durante 95 minutos, sin añadidos, ni flashbacks, ni montajes paralelos, sólo Ryan Reynolds, un zippo, un móvil, y su desesperación.

Se ha comentado desde el principio, las similitudes e influencias de Buried, respecto al cine del gran maestro del suspense, Alfred Hitchcock, y no le falta razón a esta afirmación. La prolongación de la tensión durante todo el film, sin que decaiga nuestra atención, el escenario único, el transcurso de la historia mediante las acciones y conversaciones del protagonista, las cuales nos van descubriendo el porqué de su situación…incluso los títulos de crédito y la música, orquestal, estridente en los momentos de mayor dramatismo o tensión, como si de la famosa escena de la ducha de Psicosis se tratara…todo ello bien podría compararse con clásicos del cineasta inglés como Náufragos, La Soga o La Ventana Indiscreta, pero con los medios técnicos y el estilo propios del nuevo siglo.

Destaca, como no podría ser de otra manera, la constante utilización de primeros planos y de detalle, que nos identifican aún más con el protagonista, dada su proximidad y realismo visual, ya que somos conscientes de sus heridas, de su incómoda postura, de su prácticamente nula movilidad, de su angustia, de su desesperación, de su falta de oxígeno. Aún así, no faltan los planos medios, o incluso aquellos que nos muestran a Reynolds de cuerpo entero y de manera cenital, para mostrar el espacio del ataúd en su totalidad. Esta diversificación en la planificación, contribuye a la agilidad y al dinamismo de la película.

Mención especial para la interpretación del único actor, al menos el único visible, el cual empatiza rápidamente con el espectador, y nos mantiene en vilo durante todo el transcurso de su agonía. Además, parece ser que el pobre hombre sufrió lo suyo al tener que rodar constantemente en las mismas incómodas posturas, e incluso pequeñas quemaduras a causa del uso del mechero.


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