jueves, 9 de diciembre de 2010

Franklyn

Franklyn es uno más de aquellos productos cinematográficos esperados con ilusión por parte del público, convencido de encontrarse ante una película visualmente atractiva, de argumento fascinante, fantástico y envolvente, incluso acompañado de cierta moraleja política o social, pero que, desgraciadamente, se queda a medio camino.

Franklyn fue presentada como una historia de mundos paralelos, el real y el imaginario, pero conectados entre si por un tema tan trascendental y jugoso como el de la religión y los diferentes sistemas de creencias de la humanidad, a través de unos personajes también reales e imaginarios, al igual que los mundos que habitan, mediante los cuales se nos muestra como, en un momento tan propicio para el ateísmo como es nuestro siglo, las diferentes formas de religión o creencias en aquello que no podemos ver ni explicar, siguen estando vigentes en nuestro mundo y condicionan nuestra existencia.

Sin embargo, a pesar de partir de una buena historia y, ante todo, de una buena idea a desarrollar, Franklyn, que incluso fue comparada con V de Vendetta, no consigue salir exitosa del intento. Le falta fuerza, dinamismo y, lo más importante, originalidad. A esto hay que añadir, la inclusión de un gran número de tópicos propios del género al que intenta imitar y su desenlace en un catastrófico final que, sin intención de caer en la crueldad, es sin duda, el causante de que la película fracase de manera irremediable.

Ni siquiera el aspecto estético y visual del film consigue salvar, y esconder, los problemas de guión. No obstante, si podemos atribuirle un buen trabajo de iluminación y cromatismo de la imagen, una elaborada fotografía, aunque no de manera constante, e incluso algunas escenas de carácter preciosista inspiradas en determinadas obras pictóricas de la Historia del Arte.




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